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VER LO MEJOR DE CLARA |
La luna nos buscó desde su almena,
cantó la acequia, palpitó el olivo,
mi corazón, intrépido y cautivo,
tendió las manos, fiel a tu cadena.
Qué sábanas de yerba y luna llena
envolvieron el acto decisivo,
qué mediodía sudoroso y vivo
enjalbegó la noche de azucena.
Dios y sus cosas nos reconocían,
de nuevo giró el mundo, y en su centro
dos bocas, una a otra, se bebían.
Por las esquinas verdes del encuentro,
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como en una espesura, cuerpo adentro,
por las esquinas verdes del encuentro.
Dios y sus cosas nos reconocían,
de nuevo giró el mundo, y en su centro
dos bocas, una a otra, se bebían...
